CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — La palabra de Dios se abre paso a través del mar de palabras pronunciadas en voz alta y en línea para tocar el corazón de los cristianos e inspirarlos a compartir el Evangelio, dijo el Papa Francisco.
“Mientras la sociedad y las redes sociales acentúan la violencia de las palabras, aferrémonos a la mansedumbre de la Palabra de Dios que salva, que es dulce, que no hace ruido, que entra en el corazón”, dijo el Papa durante su homilía en la Misa para la celebración del Domingo de la Palabra de Dios en la Basílica de San Pedro el 21 de enero.
Aunque los cristianos de hoy son abrumados “mientras se dicen y se leen constantemente palabras sobre la Iglesia” les animó a “redescubrir la palabra de vida que resuena en la Iglesia”.
“De lo contrario terminaremos por hablar más de nosotros” que, de Jesús, y “al centro quedarán nuestros pensamientos y nuestros problemas, en vez de Cristo con su Palabra”, dijo el papa a las aproximadamente 5.000 personas reunidas para la Misa en la basílica.
En 2019, el Papa decretó que el tercer domingo del Tiempo Ordinario se dedique a la “celebración, estudio y difusión de la Palabra de Dios”, y celebró la Misa con motivo del primer domingo de la Palabra de Dios en enero de 2020.
Durante la Misa de la quinta celebración anual de la jornada, el Papa Francisco instituyó a dos mujeres en el ministerio de lectoras, un ministerio que abrió formalmente a las mujeres en 2021, y a nueve hombres y mujeres en el ministerio de catequistas.
“Todos los bautizados, en la medida en que participan en la misión de Cristo (como) sacerdote, profeta y rey, tienen parte activa en la vida y en la acción de la Iglesia”, dijo a los catequistas durante su rito de instalación — que estableció en 2021 –, añadiendo que los catequistas están llamados a “vivir más intensamente el espíritu apostólico, a ejemplo de aquellos hombres y mujeres que ayudaron a Pablo y a los demás apóstoles en la difusión del Evangelio”.
El Papa entregó una Biblia a cada uno de los lectores y un crucifijo de plata a cada uno de los catequistas.
En su homilía, el Papa recordó a los muchos santos que fueron profundamente tocados por la palabra de Dios — San Antonio, Santa Teresa del Niño Jesús, San Francisco de Asís — y que fueron movidos a llevar vidas de santidad.
“Son vidas transformadas por la Palabra de vida, por la Palabra del Señor… pero me pregunto, ¿por qué para muchos de nosotros no sucede lo mismo?”. preguntó el Papa Francisco. “Muchas veces escuchamos la Palabra de Dios, nos entra por un oído y nos sale por otro”.
“Es necesario no ser ‘sordos’ a la Palabra (de Dios)”, dijo. “Es el riesgo que corremos, ya que abrumados por miles de palabras, no damos importancia a la Palabra de Dios, la oímos, pero no la escuchamos; la escuchamos, pero no la custodiamos; la custodiamos, pero no nos dejamos provocar por ella para cambiar”.
Tras la lectura del Evangelio, el Libro de los Evangelios se colocó delante del altar mayor de la basílica y permaneció abierto durante la liturgia eucarística. Mientras que el Papa Francisco presidió la Misa, el arzobispo Rino Fisichella, pro-prefecto de la sección para la nueva evangelización del Dicasterio para la Evangelización, fue el celebrante principal en el altar.
En su homilía, el Papa reflexionó sobre la lectura del Evangelio de San Marcos del día, en la que Jesús llama a Simón y Andrés, que estaban pescando e inmediatamente “dejaron sus redes y lo siguieron”. En los asientos de la basílica se colocaron copias del Evangelio de San Marcos en italiano para que los participantes en la misa pudieran llevárselas consigo.
Como los apóstoles, también los cristianos de hoy están llamados a ser “mensajeros y testigos de Dios para un mundo colmado de palabras, pero sediento de esa Palabra que frecuentemente ignora”.
“Muchas veces nos cuesta dejar nuestras seguridades, nuestros hábitos, porque permanecemos atrapados en ellos como los peces en la red”, dijo el Papa. “Pero quien está en contacto con la Palabra se libera de las ataduras del pasado, porque la Palabra viva descifra la existencia”.
Después de la Misa, el Papa Francisco se asomó a la ventana de su estudio con vistas a la plaza de San Pedro para rezar el Ángelus con los visitantes y les dijo que anunciar el Evangelio “no es tiempo perdido.”
“Hermanos, hermanas, cada uno de nosotros ha recibido la llamada a evangelizar, y a hacerlo en el estado de vida en el que nos encontramos, con las capacidades, los amigos, el trabajo, la edad y el vecindario que tenemos”, dijo.